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La Nueva Gerencia Pública (NGP) y la teoría económica de subastas

La Nueva Gerencia Pública (NGP) y la teoría económica de subastas

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La



Nueva Gerencia Pública (NGP) y la teoría económica de subastas





 



A



principios de los 80´s inicia un movimiento a nivel mundial que buscaba



redefinir el papel del Estado, combinando la teoría económica con



perspectivas gerenciales bajo la denominación de Nueva Gestión Pública (Zavariz,



2010, p. 59). El interés de estas reformas



se centra en analizar en qué condiciones han sido o no exitosos los



diferentes papeles del Estado y que estos modelos han de proveer



herramientas y procedimientos para los gobiernos que quieren este tipo de



reformas
(Zavariz, 2010, p. 60).




 



Las bases



que generaron este movimiento provienen de las ciencias económicas como la



elección racional (Zavariz, 2010, p. 60) y el concepto de mercado entendido como el



mecanismo superior para la asignación de los recursos públicos, impulsor de



la competencia y de la competitividad en el sector gobierno, generador de



eficiencias e instrumento de decisiones gubernamentales. (Pichardo, 2004,



p. 168). 




 



Al mismo



tiempo se presentan tendencias en el nuevo pensamiento económico como lo es



la necesidad de que el Estado sea más pequeño a través de la



desburocratización, disminuyendo drásticamente o hasta desapareciendo



empresas públicas mediante la privatización; Milton Friedman fue pionero de



estas ideas (Pichardo, 2004, p. 168). 







 



Bajo la



teoría de la modernización administrativa, nace la aplicación de



instrumentos como el sistema de concursos, licitaciones y subastas.  El utilizarlos presenta como base el uso



racional para comprar por fuera del gobierno e incrementar la participación



del sector privado en las actividades públicas (Pichardo, 2004, p. 239).




 



Teóricamente



contratar por fuera consiste en contratar a empresas u organizaciones



privadas no gubernamentales que pueden prestar los servicios en iguales o



mejores condiciones que las dependencias públicas (Pichardo, 2004, p. 236).



Es una manera de mejorar la calidad, la oportunidad y el costo del servicio



o programa que el gobierno presta (Pichardo, 2004, p. 239).



 



La Nueva



Gerencia Pública es la teoría que transforma la contratación en el medio de



comunicación del sector público. Crea un Estado contratista, en el que los



recursos serán administrados por medio de una serie de contratos que



cubrirán los objetivos y las tareas del gobierno en materia de adquisición



de bienes y prestación de servicios (Pichardo, 2004, p. 240).



 



En muchos países, las



compras que hace al gobierno lo hacen el mayor comprador de una amplia



variedad de bienes y servicios. De igual manera, el principal instrumento



de ejecución del gasto público es la contratación pública apareciendo como



un asunto esencial para el correcto devenir de la administración pública y



por consiguiente para la satisfacción de los cometidos estatales (Prada, 2005, p. 4).




 



Lane (citado por Caamaño,



2001, p. 7) expone que la corriente de la Nueva Gestión Pública o



modernización del sector público, está encaminada a insertar en la



organización pública instrumentos similares al mercado como son la



licitación, concurso público, las subastas y la contratación externa para



las adquisiciones de bienes y servicios por parte de los gobiernos (Caamaño,



2001, p. 7).



 



También esta corriente se



caracteriza por el uso de las tecnologías, utilizando “e- procurement”,



término que se utiliza para referirse al “conjunto de herramientas basadas



en plataformas tecnológicas y servicios de Internet que han hecho posible



que las compras de corporaciones privadas sean más eficientes y más costo



efectivas” (Prada, 2005, p. 4).




 



Teoría



económica de subastas





 



No



se conoce puntualmente el inicio o lugar de donde provienen las subastas,



se cree que desde el trueque ya existía un tipo de subasta, que ha



evolucionado debido al desarrollo de las actividades económicas como la



aparición de la moneda. Las subastas iniciaron en Babilonia en el año 500



antes de Cristo documentado por Herodoto (Usategui, 2004, p. 11) y eran



utilizadas para vender mujeres para que se casaran. La palabra subasta



proviene de la expresión latina “sub, asta” que significa “bajo lanza”; la



lanza era el símbolo del poder romano y era clavada en la plaza antes de



dar inicio a un acto de venta pública, como los despojos de guerra, la



venta de esclavos y bienes pertenecientes al fisco (Parra, 2013, p. 6).



 



En el siglo XVII, en Inglaterra, las subastas



se hacían con vela y se iniciaba prendiéndola, luego se recibían posturas



ascendentes hasta que la vela se apagaba y se adjudicaba a la mayor



propuesta al momento de apagarse la vela. En el Siglo XVIII, con la llegada



de los colonos a América, se utilizaron las subastas para pieles, ganado,



propiedades en general y la venta de esclavos; estas últimas impulsaron el



crecimiento del mercado de esclavos más grande del mundo occidental (Parra,



2013, p. 6).



 



En



este mismo siglo, la subasta empieza a utilizar nuevos métodos: la subasta



holandesa o descendente que introdujo el uso del martillo y la limitación



del tiempo para la presentación de ofertas (Momparler, 2005, p. 1). Con la



creación de la Bolsa de Valores de Nueva York aparece el proceso de subasta



doble donde licitantes y demandantes ponen posturas de venta y compra al



mismo tiempo (Parra, 2013, p. 6).



 



En



el siglo XX, su importancia ha sido muy significativa; se ha extendido a



nuevos bienes y servicios, incrementado el número de participantes, tanto



de la oferta como de la demanda. El estado es uno de los agentes más



importantes en el desarrollo de la subastas, actúa tanto de comprador como



de vendedor; sus compras las suele realizar a través de mecanismos de



subastas como en sobre cerrado (Momparler, 2005, p. 2) y subasta holandesa.




 



El



desarrollo de la teoría de subastas, en 1956, se evidencia con el primer



trabajo académico de Friedman el cual no contemplaba el sector público. En



1961 William Vickrey introduce la noción del equilibrio de teoría de



juegos, teniendo un gran auge en los años 80 bajo la teoría económica de



subastas (Momparler, 2005, p. 2).



 



Para



llegar al desarrollo de la teoría económica de subastas se presentaron



cuatro enfoques fundamentales anteriores a la regulación de estas.  En primer lugar, la teoría tradicional



que prefiere que sean las órdenes gubernamentales y no la competencia, las



que garanticen el control de entrada, fijación de precios, prescripción de



calidad y condiciones de servicios. Una de sus proposiciones básicas son



las fallas de mercado reflejada en monopolios naturales, externalidades; su



principal supuesto es el de un gobierno benevolente. Los principales



autores de esta corriente son: Marshall, Pigou, Arrow y Samuelson. Promueve



un mecanismo regulatorio, que no asegura ni una minimización de costos ni



evita la extracción de rentas extraordinarias. Este enfoque sigue dominando



en la experiencia de la mayor parte de los países del mundo y su vigencia



se debe a los aportes de otras escuelas (Rivera, 2004, p. 312-313).




 



En



segundo lugar, se encuentra la



nueva economía institucional. Ella establece “una forma muy incompleta de



contratación de largo plazo en la que se asegura al regulado una



tasa de rendimiento justa y se introducen ciertas adaptaciones a las



circunstancias cambiantes sin el costoso regateo que acompaña a tales



cambios cuando las partes del contrato disfrutan de una autonomía mayor” (Rivera,



2004, p. 312). Su proposición básica es la reformulación del concepto de



firma y de mercado; este último y las jerarquías son estructuras



alternativas de formas de gobernar y están sujetos a fallos. Sus



inspiradores representativos son Ronald Coase, Oliver Williamson, Brian Levy



y Pablo Spiller.  Según su propuesta



política, las estructuras deben gobernar y adaptarse a la dotación



institucional. Replantea el problema entre Estado y mercado, quitando



importancia a las instituciones en el desempeño económico y de la



regulación (Rivera, 2004, p. 312-313).




 



El



tercer enfoque es la regulación y



promoción de la competencia. Establece un mecanismo en el cual el



gobierno es el principal incentivo y la empresa el agente; define la



implementación de reglas que animan a la empresa regulada a alcanzar los



objetivos deseados por el regulador, entregando ciertos grados de



discreción a la firma y estableciendo como proposición básica la falla de



mercado. Los autores destacados de esta corriente son: Jean Jacques



Laffont, Jean Tirole, Mark Armstrong, David Sappington, y el Banco Mundial



también apoya esta tendencia teórica. Las propuestas de política son



principalmente mejorar la calidad de las políticas públicas, regulación



asimétrica y política de competencia (Rivera, 2004, p. 312-313).




 



En



cuarto lugar se encuentra la desregulación que define el proceso por el



cual los gobiernos eliminan algunas regulaciones que



teóricamente hacen que la operación del mercado sea eficiente. Establece



que entre menos regulaciones existan se dará un aumento en el nivel de competitividad,



conllevando una mayor productividad,



mayor eficiencia y en últimas a menores precios (Rivera,



2004, p. 312). Se diferencia de la liberalización “porque un mercado



liberado, si bien permite un número arbitrario de ofertas, puede ser



regulado para proteger los derechos de los usuarios, especialmente para prevenir



los oligopolios de facto o de jure,



garantizar unos precios máximos o una calidad mínima” (Rivera, 2004, p. 312). Alfred Kahn y Gregory



Sidak son dos fieles representantes de esta corriente, su propuesta de



política es la desregulación como camino a los mercados competitivos (Rivera,



2004, p. 313).




 



Para



finalmente encontrar el enfoque de la teoría económica de la regulación,



que plantea que esta última es el uso que hace la industria en su propio



beneficio del poder de coerción del Estado. Paralelamente, con la crítica



al Estado benefactor, estableció que la operación del mercado, pese a sus



supuestas fallas podía operar con menores costos que los monopolios



regulados. Se acepta la existencia de monopolio natural (no era necesaria



la regulación) y que mediante el mecanismo de subastas se hace competir a



los interesados en prestar el servicio por el mercado (Rivera, 2004, p.



312).



 



La



subasta surge como alternativa a la regulación, es un mecanismo atractivo



porque permite resultados óptimos de eficiencia, productividad asignación



eficiente y minimiza los costos regulatorios. Sin embargo, se pueden generar



problemas cuando se introducen las limitaciones contractuales de la



regulación reflejadas en perturbaciones no anticipadas en la tecnología,



costo de los factores o en la demanda. Se espera que las subastas reduzcan



los costos regulatorios al disminuir las necesidades de información,



minimización de los costos de monitoreo y elaboración e implementación de



políticas (Gallardo, 1999, p. 4). Para obtener resultados



óptimos las subastas presentan un mecanismo sin regulación por la



competencia partiendo de la ausencia de colusión, igual acceso a insumos y



factores esenciales e información simétrica entre las firmas” (Gallardo,



1999, p. 25).




 



Definición





 



José



María Usátegui, en el libro “Economía



de las subastas”
explica la teoría de subastas, afirma que en estas



existe un único vendedor y varios compradores posibles o un único comprador



y varios vendedores posibles; se entiende que es un mecanismo con un



conjunto explícito de reglas, estas se determinan con base en esas ofertas



o pujas de los proponentes a quien se vende o a quien se compra lo que se



está subastando y a qué precio se realiza esa compraventa.




 



Establece



que el subastador decide las reglas de la subasta las cuales especifican



cómo se determina el ganador y cuánto tiene que pagar, que los proponentes



conocen esas reglas y saben que el subastador las va a cumplir pero que el



subastador no conoce la cantidad máxima que está dispuesto a pagar cada proponente



en la subasta, es decir la valoración de lo que se subasta para cada



licitante.



 



Las



subastas sirven para vender un objeto, una obra de arte, el derecho de



explotación de un recurso, la extracción de petróleo en una zona



determinada, el derecho de prestación de un servicio, comprar bienes y



servicios, la construcción de una autovía y los servicios de limpieza de



una ciudad (Usategui, 2008, p. 11), las subastas son anónimas ya que no se



resuelve en función de la identidad de los proponentes sino únicamente en



función de las pujas que realizan esos últimos; las subastas pueden servir



para determinar rápidamente el precio de mercado de algunos productos cuya



oferta y demanda cambian diariamente o cuya calidad no es siempre la misma,



por ejemplo el pescado. Una subasta permite averiguar el precio de un bien



o servicio que no se comercia en el mercado con regularidad por ejemplo las



obras de arte (Usategui, 2008, p. 12).



 



La subasta logra definirse



como un mecanismo de asignación, en ella compiten varios demandantes o



proponentes por determinados bienes o servicios consiguiéndose al final un



ganador y un precio (Tamayo, 2004, p. 10).  



Preston McAfee y Joe McMillan establece que es un mecanismo de



mercado que cuenta con un conjunto de reglas que determinan la asignación



de recursos y precios basado en las pujas de los participantes (Juez, 2003,



p. 40).




 



José María Usategui



establece que una subasta es muchas veces un método de asignación mucho más



apropiado que un concurso de méritos para una administración pública que



desea comprar o vender algo (Usategui, 2008, p.13). 




 



Si la subasta está bien diseñada



asigna lo que se subasta al proponente que puede suministrarlo a menor



costo o que más lo valora maximizando la utilidad del comprador y los



ingresos del vendedor (Usategui,



2008, p.13).  Se debe diferenciar



entre subastas de valor privado y subastas de valor común; la mayor parte



de las subastas son de valor privado, en estas subastas la valoración (o



coste) de cada licitante es independiente de las de los demás proponentes,



esta puede estar basada por ejemplo en sus gustos, necesidades o capacidad



de pago, un ejemplo son los coleccionistas (Usategui, 2008, p.14). 




 



El subastador no conoce



las valoraciones o costes de los proponentes en la subasta; además, cada



uno de ellos conoce su valoración pero no conoce las valoraciones de los



demás; sin embargo, cada proponente tiene unas creencias sobre los valores



que puede tener la valoración de cada uno de los demás proponentes y sobre



las probabilidades de que esa valoración tome cada valor (Usategui, 2008,



p.14).



 



En las subastas de valor



común el valor del objeto subastado o el coste de prestación del servicio



es el mismo para todos los proponentes pero ningún conoce dicho valor y



tampoco lo conoce el subastador, un claro ejemplo es un pozo de petróleo



(Usategui, 2008, p.81).



 



En conclusión en una subasta



se identifican reglas, vendedores y/o compradores, pujas o lances, se



venden y se compran bienes y servicios; se define entonces como un conjunto



determinado de reglas donde existe un subastador que recibe propuestas



individuales de un grupo proponentes, asignándose un ganador y un precio



previa su valoración y comportamiento frente al riesgo, para finalmente



quedarse con el objeto o servicio subastado (Tamayo, 2004, p. 10).



 



Diseño



de subastas





 



Se



han diseñado teóricamente cuatro tipos de subastas. La subasta inglesa,



donde los licitantes van ofreciendo pujas cada vez más altas a partir de un



precio mínimo aceptable de partida, termina cuando ningún licitante desea



realizar una puja más alta, el ejemplo más común son las subastas



referentes a bienes de arte o antigüedades (Usategui, 2008, p.15).



 



La



segunda es en sobre cerrado al primer precio, su diseño consiste en  que cada licitante puede presentar una



única puja en sobre cerrado dentro del plazo establecido para la



presentación de pujas;  al terminar ese



plazo se abren los sobres que contienen las pujas y se declara ganador al



proponente que ha realizado la oferta más alta o más baja, y por tanto el



licitante tiene que pagar un precio igual a su puja, es la más utilizada



por las administraciones públicas. (Usategui, 2008, p. 17).




 



La



tercera, es la subasta en sobre cerrado al segundo precio, es como la



subasta en sobre cerrado al primer precio excepto por el hecho de que el



ganador que sigue siendo el licitante que ha realizado la oferta más alta o



más baja paga un precio igual a la segunda oferta más alta o más baja (Usategui, 2008, p. 17).




 



Por



último la subasta holandesa, consiste en que el subastador empieza



anunciando un precio alto que previsiblemente ningún licitante querrá



pagar, el   subastador continúa



anunciando precios cada vez más bajos, de viva voz o mediante un reloj o



dispositivo electrónico de forma que el descenso del precio sea bastante



rápido, concluye cuando algún licitante decide aceptar el último precio



anunciado;  ese licitante es el



ganador de la subasta y tiene que pagar por lo que se subasta a un precio



igual al precio al que ha decidido parar la subasta (Usategui, 2008, p.16).



Esta es comúnmente conocida como subasta inversa.




 



La diferente literatura referente a la



teoría de subastas sugiere que las subastas holandesas, inglesas y de



primer precio son equivalentes y que el precio ganador en cada uno de los



casos es igual, siempre y cuando los oferentes sean neutros al riesgo,



situación conocida como el teorema de la equivalencia de ingreso,



desarrollado por William



Vickrey, John Riley y William Samuelson



(Usategui, 2008, p. 38).




 



Una



de las principales conclusiones de la literatura económica de subastas es



la relación inversa entre el número de jugadores y el precio que un



vendedor recibe. Establece que a más participantes mayor puja existirá y



por lo tanto se reflejará en un menor precio de venta. Esta afirmación fue



desarrollada por Raymon Battalio en 1990, James Cox en 1988, y John Kagel y



Dan Levin en 1993 (Prada, 2005, p.



8).




 



De



igual manera, Preston McAfee y Joe McMillan en 1987 y Douglas Dyer 1989



demuestran que los precios tienden a ser más beneficiosos cuando uno de los



jugadores no está informado del número de jugadores que están participando



en la subasta (Prada, 2005, p. 8).



 



Así,



la introducción de un mecanismo como la subasta inversa en la contratación



pública, conlleva a un claro ejemplo de la Nueva Gerencia Pública en el



manejo de la política pública de contratación al introducir herramientas de



la teoría económica para la ejecución de recursos públicos y la



materialización de políticas públicas.



 












 



 
























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Entidad: INSTITUTO NACIONAL DE METROLOGIA

Equipo: Control Interno

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